Como discípulos de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, damos testimonio de la autoridad divina de la Biblia. Esto se resume en el Credo Niceno y es la base de las siguientes afirmaciones de la fe cristiana histórica y el fundamento de nuestro trabajo.[1] Procedemos de muchas culturas y tradiciones eclesiásticas, pero estamos unidos en nuestro deseo de ser fieles a Jesús y demostrar el señorío de Cristo en el cuidado del mundo de Dios.[2]
- Dios y la Creación: Creemos en un solo Dios, que existe eternamente en una relación mutua de amor como Padre, Hijo y Espíritu Santo. En amor, Dios creó todo lo que existe, desde los confines del cosmos hasta los complejos ecosistemas de la Tierra. Dios se deleita en el mundo natural en toda su naturaleza salvaje, belleza y misterio, declarándolo «muy bueno». La creación, a su vez, es fuente de asombro y sabiduría, y testigo de la naturaleza divina y el poder eterno de Dios.
Nos regocijamos en la belleza, diversidad y complejidad del mundo natural, y nos comprometemos a deleitarnos y atesorar la buena creación de Dios.
- Cómo conocemos a Dios: Dios es conocido supremamente en Jesucristo, como se revela en la Biblia, a través del Espíritu Santo y también a través de la creación. Nuestro conocimiento de Dios, por lo tanto, viene a través de nuestra relación con Cristo, el compromiso con la Palabra de Dios y nuestra experiencia de la creación, en el culto, la relación, la creatividad y la investigación científica de la vida y sus intrincadas interconexiones y dependencias.
Nos comprometemos a adorar y seguir a Jesús como Señor, a estudiar la Biblia y a tratar de glorificar a Dios mientras estudiamos, aprendemos y cuidamos del mundo creado por Dios.
- Humanidad y Creación: Los seres humanos existen como criaturas de la Tierra, hechos a la imagen de Dios y con la responsabilidad de reflejar el carácter de Dios conociendo, deleitándose y cuidando de sus semejantes y de toda la Tierra. Sin embargo, el pecado humano y la rebelión contra Dios se traducen en alienación y ruptura en nuestras relaciones con Dios, las personas y el resto de la creación. El pecado conduce al juicio de Dios, e impregna y daña cada área de la vida, incluso la creación, que está sujeta a la frustración y gime bajo el peso del egoísmo y pecado humanos.
Confesamos nuestra participación en opciones egoístas y comportamientos pecaminosos que dañan la creación de Dios. Nos comprometemos, por el poder del Espíritu Santo, a arrepentirnos, a lamentarnos y a renovar nuestra vocación de servir y conservar la creación de Dios, viviendo en ella y utilizándola de manera responsable y sostenible.
- La Alianza de Dios con la Creación: Creemos que Dios no abandona la creación, sino que en su amor continúa sosteniendo y renovando la Tierra y toda la creación. Como se relata en las narraciones bíblicas, Dios tiende la mano a un mundo herido, tanto para juzgarlo como con la anticipación de su renovación. La promesa del pacto de Dios a través de Noé incluye un futuro y una esperanza no sólo para las personas, sino para toda la vida en la Tierra y para la Tierra misma. En los relatos del Antiguo Testamento sobre la tierra y la gente, tanto en tiempos de exilio como de asentamiento, y a través de visiones proféticas de relaciones pacíficas restauradas, los propósitos de Dios incluyen sistemáticamente no sólo a las personas –especialmente a los pobres y marginados– sino también a las criaturas no humanas y a la propia tierra.
Respondemos a la iniciativa de Dios comprometiéndonos a buscar la justicia y la paz, el aprendizaje mutuo y la colaboración en nuestras relaciones, y la prosperidad de las comunidades y los ecosistemas en los que Dios nos ha colocado.
- La vida y la muerte de Jesús: Creemos en Jesucristo, el Hijo de Dios, en quien se cumplen los buenos y gloriosos propósitos de Dios para la humanidad y toda la creación. En Jesús, Dios habitó entre nosotros, haciéndose carne y entrando en la creación, participando en la vida y en la materia del propio mundo. En Cristo, Dios entró en el sufrimiento y la ruptura del mundo y reveló una nueva forma de vivir en el Reino de Dios de justicia, paz y alegría. En la muerte de Cristo en la cruz, Dios derrotó el poder del pecado y de la muerte y logró la reconciliación de todas las cosas –humanas y no humanas– dando esperanza a todo lo que está roto y estropeado, y vida eterna a todos los que le reciben.
Cuidamos de la creación motivados por nuestra afirmación de que Jesús es el Señor. Su nacimiento, vida, muerte, resurrección y ascensión nos dan propósito y esperanza para la humanidad y toda la creación.
- Esperanza futura: La resurrección corporal de Jesús es signo y garantía de esperanza para la humanidad y para toda la creación. Cristo vendrá de nuevo para renovar todas las cosas, destruir el mal y la muerte, y traer la plenitud del Reino de Dios a la Tierra. La Biblia habla a la vez de juicio y de esperanza, de discontinuidad y de continuidad con respecto a la nueva creación de Dios. Afirmamos, con el Apóstol Pablo, que la creación será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad de los hijos de Dios.
Intentamos vivir en el poder de la vida resucitada de Cristo, deleitándonos, aprendiendo y participando en la renovación y recreación del mundo por parte de Dios.
- La misión de la Iglesia en el cuidado de la creación: El cuidado de la creación es parte integrante del Evangelio, la buena nueva de Cristo. Como seguidores de Jesús como Señor, estamos llamados a vivir como ciudadanos del Reino de Cristo y miembros del cuerpo de Cristo en la Tierra, la Iglesia. Por el poder del Espíritu Santo, participamos en la cura y reconciliación que Cristo viene traer a las relaciones entre nosotros y con toda la creación.
Respondemos a la llamada a seguir a Jesús con alegría y sacrificio amando al prójimo, viviendo con sencillez y cuidando de la creación. Hacemos un llamado a las iglesias y a todos los que siguen a Cristo para que se unan a nosotros en la oración, la defensa y la acción práctica en favor del mundo de Dios. Nos complace trabajar con personas, comunidades y organizaciones de todo tipo en el cumplimiento de esta vocación.
[1] Los orígenes de A Rocha se encuentran dentro del movimiento cristiano evangélico, tal y como se refleja en nuestra Base de Fe fundacional. Dentro de nuestro liderazgo, damos la bienvenida a aquellos de todas las tradiciones cristianas que aceptan el Compromiso de A Rocha con el Cuidado de la Creación.[2] Trabajamos con diversas denominaciones y redes nacionales y mundiales. Además, nos asociamos plenamente en acciones prácticas para cuidar del mundo de Dios con personas de otras religiones y de ninguna, y con organizaciones científicas y medioambientales.